La relación entre un patrón de sueño estable y un rendimiento académico óptimo es ya una concepción popular. Es bien sabido que, entre más calidad de sueño, habrá mayor productividad tanto en disciplinas académicas, como en deportivas y sociales. Un buen descanso está siempre asociado con el desempeño favorable de nuestras funciones cognitivas y procesos de aprendizaje.
Aunque los mecanismos exactos detrás del sueño, la memoria y neuroplasticidad aún son desconocidos, existe ya un conocimiento previo que le otorga al sueño un rol crucial en la consolidación de la memoria. Esto causado por el reforzamiento de las conexiones sinápticas cerebrales durante el descanso.
Aunado a los beneficios detrás de una rutina de sueño saludable, también se han analizado las secuelas de un estilo de vida contrario. Un déficit en el descanso provoca daños en áreas como la concentración, rendimiento escolar y habilidades de socialización. Esta inconsistencia es encontrada regularmente entre adolescentes y adultos jóvenes que siguen una propensión a deber horas de sueño durante días académicos, y a suplirlas de manera excesiva los fines de semana. Los efectos detrás de este descanso irregular e insuficiente acarrean un incremento en la fatiga y estrés. Además, tal es el daño, que, según la revista científica Nature, se ha demostrado que una persona que se ha mantenido en un estado de vigilia por un periodo de 17 horas sin pausa, presenta el mismo desempeño cognitivo que alguien con una concentración de alcohol en la sangre de 0.05 por ciento.
En resumen, ¡un sueño reparador mejora el aprendizaje!