Un estudio asocia los mejores salarios y las menores tasas de desempleo a un alto nivel educativo, pero uno de cada cuatro graduados tiene un trabajo en el que su título no es necesario.
Invertir en su propia formación asegura la posibilidad de alcanzar un salario medio notablemente superior a los que no lo hacen, y esta ventaja se ha mantenido en el tiempo. Tener un alto nivel de educación hace disminuir también las probabilidades de estar en paro, aunque a menudo no evita el encontrar un trabajo cuyas tareas no requiera el nivel de formación que se posee. Estas son las principales conclusiones del informe sobre formación y mercado de trabajo, elaborado por un grupo de catedráticos y publicado por el Consejo General de Economistas.
A partir de los datos de 2002, 2006 y 2010, el informe indica que, frente a estudios primarios, la prima salarial por tener estudios secundarios obligatorios (ESO) está acotada aproximadamente entre el 8% y el 11%; de segundo nivel, entre el 38% y el 52%; la diplomatura, entre el 97% y el 110%; y la licenciatura, entre el 138% y el 159%, según el año de estudios.
Para el nivel más alto –los estudios de doctorado– la prima salarial oscila entre el 141% en 2010 y el 191% en 2002. Lo que equivale a decir que estos salarios “se sitúan entre más del doble y casi el triple” que quienes no han terminado la ESO, en palabras de Oriol Escardíbul, vicerrector de la Universidad Autónoma de Barcelona y coordinador del estudio.
Si en lugar de comparar las diferencias de los distintos niveles educativos respecto a la escuela primaria, se elabora un índice en el que 100 es el salario bruto medio del conjunto de los empleados, el resultado es que la ventaja salarial de los que poseen algún título de educación superior frente a los demás se vería reafirmada. “En 2014, la media de los salarios brutos mensuales de los ocupados con una titulación de enseñanza terciaria era de unos 2.400 euros (prorrateadas las pagas extras), prácticamente un 30% superior al dato para la población empleada”, afirman, en el mismo informe, los catedráticos de la Universidad Autónoma de Barcelona Martí Parellada y Montserrat Álvarez.
A través de EL PAÏS.